Los dos ganadores de los Premios Ateneo de este año a cargo de Editores Algaida han sido:
- Alfonso Domingo con su libro El Espejo Negro.
Os dejo una sinopsis que, por cierto, a mí me ha encantado.
Jerónimo Díaz, un joven pintor anarquista exiliado al final de la guerra civil, recibe el encargo de copiar un enigmático cuadro de El Bosco, Jonás y la ballena, una obra que aparece y reaparece misteriosamente a lo largo de la historia y que el rey Felipe II tratará de adquirir en el siglo XVI. Su trabajo se verá interrumpido por la invasión alemana y Jerónimo acabará —como miles de compatriotas— en un campo de concentración nazi.
Jerónimo Díaz, un joven pintor anarquista exiliado al final de la guerra civil, recibe el encargo de copiar un enigmático cuadro de El Bosco, Jonás y la ballena, una obra que aparece y reaparece misteriosamente a lo largo de la historia y que el rey Felipe II tratará de adquirir en el siglo XVI. Su trabajo se verá interrumpido por la invasión alemana y Jerónimo acabará —como miles de compatriotas— en un campo de concentración nazi.
Más de sesenta años después, Javier Carreño —un especialista en la obra de El Bosco— es designado comisario de una magna exposición que se celebrará en el Museo del Prado. Pero cuando conoce a Jerónimo Díaz, lo que en un principio era un trabajo metódico y burocrático se convierte en la gran aventura de su vida: una aventura de final impredecible.
- Leticia Sánchez con El Gran Juego.
No sé por qué, pero este libro me atrae bastante, ¡ojo a la sinopsis!
Misterioso, callado y taciturno, de Jorge Perotti se decía que había heredado una gran fortuna. Sin embargo, ninguno de los parroquianos que lo saludaban todos los días en el bar de la calle La Luna había intimado demasiado con él. Su única amiga era una niña de diez años, hija de los propietarios del bar, a quien él llamaba tiernamente Cucurucho.
Misterioso, callado y taciturno, de Jorge Perotti se decía que había heredado una gran fortuna. Sin embargo, ninguno de los parroquianos que lo saludaban todos los días en el bar de la calle La Luna había intimado demasiado con él. Su única amiga era una niña de diez años, hija de los propietarios del bar, a quien él llamaba tiernamente Cucurucho.
Cuando Perotti murió, ya centenario, sus últimas palabras fueron: «El Gran Juego. Sólo quiero volver al Gran Juego». Y el Gran Juego es la herencia que dejará a la pequeña Cucurucho: una serie de pistas encadenadas que la niña deberá resolver en compañía de su hermano mayor, Cosme, y que a la postre se convertirá en la gran aventura de su vida.
los dos tiene buena pinta, pero me atrae más el segundo
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